lunes, 30 de mayo de 2016

Me pondría un 8.

Lo cierto es que nunca he estado preparada. Las decisiones de mi vida se me han venido en tropel, y con la única certeza de que amo a Alberto. De ahí en más, me he movido como los que buscan agua, agitando un palo en el desierto, esperando que vibre lo suficiente como para indicarme que es un buen momento de cavar un pozo.
Es cierto que soy inmadura. De la misma forma que lo somos casi todos... muchas cuartas abajo de Jesús, Buda, la madre Teresa y de Gandhi. No creo ser una buena persona pero tampoco creo ser una mala persona. En el peor de los casos soy alguien mediocre y desidiosa.
Aún así, trato de hacer lo mejor que puedo (consciente de que a veces no es suficiente) y procuro no meterme con nadie. Si vivo en un error, trato de no involucrar a la gente en él; y si veo que me genera conflicto empatar ideologías, prefiero retirarme con gracia y educación, porque según sé, es de grandes aprender a disentir sin pelear.
Creo que merezco un trato educado. Creo que merezco que no me busquen si yo no estoy buscando pleito. Creo que decirle de cara a alguien "inmaduro" así sin más, implica ofensa, y no me parece que sea algo poco digno de atención, como un comentario sobre el clima.
Pero en este mundo donde la justicia es un tipo de cambio devaluado, qué importa lo que yo creo que merezco. No es como si me fueran a preguntar al final de todo, ni que la vida fuera autoevaluación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario